Danmei de Hong Kong
Eloisa Cornelio
耽美1
Él me retuvo en sus brazos y lloré… me pregunté si sería la última vez.
En diez años habríamos olvidado la mañana de verano en la que nos conocimos, pero lo que sentimos fue para nosotros como un rosa pálido. Fue un sueño sin fin. Muros fatigados, sudor, paletas de hielo, y sangre en nuestros dientes y un sentir salado en nuestras nucas, susurros, caricias, amor y un abismo que nos observaba: definitivamente sonriendo; sin duda, un hogar.
En sus brazos tuve calles estrechas, sabanas agotadas, minisúperes subterráneos, una ciudad ya demasiado desesperada, y ya demasiado brillante –y todas esas luces brillantes y hermosas fueron las veces que él respiró– la luz amarillenta de los hoteles y de los moteles… todo lloraba por nosotros. Todo quedó impregnado de nuestro amor, todas las calles de Hong Kong gritaban “Yo estuve aquí, existí y alguien a quien amé me amó también”. Pero en nuestro callejón no había salida: me iba, me regresaba a Londres: él también se iba, regresaba a la China Continental.
Estuve ahí, de pie, por última vez, en la esquina de Salisbury Road con Kowloon Park: mi pecho se abrió ancho y tuve el sabor amargo de despedida en la boca. Podía incluso oler su jabón –lavanda– y la sensación tibia de su respiración, su piel tan suave y dar una última mirada a esos ojos almendrados.
Sentí cómo Xie Yan me abrazaba un poco más fuertes antes de dejarme ir. Tal vez a él también le dolía. Y yo lo extrañé tan pronto como me soltó.
Puso su dedo sobre mis mejillas húmedas y con un gesto tierno limpió mi única lágrima. Podría decir que él, también, se resistía a irse.
–No llores… –no pudo terminar la oración, sea lo que sea que fuera a decir. Su taxi llegó. Fue tan rápido.
“No hay forma de que te vuelva a ver”, me dijo una vez. Él era el realista y yo, el soñador. En esos sueños, con mis dedos en carne viva me podía aferrar a él con rigor y perversión. Mis piernas comenzaron a moverse antes de que pudiera darme cuenta; tan pronto como vi a ese carro moverse, comencé a correr tras de él… Él seguía ahí, podía seguir persiguiéndolo frenéticamente, continuamente, desesperadamente. Él se dio la media vuelta y me vio, hizo un gesto con la mano y me detuve, llorando, con las manos en mi nuca tratando de no colapsar, tratando de darle sentido a mi vida después de ese momento final tan desgastante.
…
Tomé un taxi al aeropuerto. Sonaba Tian Min Min de Lu Han en la radio y una ola de tristeza, por decir de alguna forma lo que sentí en ese momento, sacudió mi cuerpo. Sentí el aire acondicionado demasiado helado, y que el carro iba demasiado rápido. El taxi salió de la ciudad y así Hong Kong comenzó a desvanecerse en mi memoria, ya demasiado pequeña y ya demasiado distante. Aún tenía el olor de su jabón impregnado en mi ropa y casi de manera obsesiva traté re recordar un año entero de mi vida en tan solo cinco minutos de viaje.
Nos separamos, ya nos habíamos separado.
Fue demasiado hermoso. El verano había terminado, mañana volvería a estar en mi cuarto de cuatro paredes en una residencia estudiantil; todo mucho más frío, todo mucho más gris.
No podía dejar de moverme en el asiento trasero pensando, pensando y pensando.
Xie Yang, ¿cómo despertarás mañana?, ¿cómo regresaré al mundo sabiendo que no estarás ahí?
–¿Se te olvidó algo? preguntó el taxista.
Nunca hubo flores en ti. Y aun así fuiste la primavera más hermosa, un verano que quemó mi alma y el viento del otoño que sopló mis cenizas. Sí, en diez años lo habría olvidado. Agosto se volvió septiembre y pronto comenzó a nevar fuera de mi ventana en Lambeth Road. Y tú siempre habías querido venir… En ese momento sentí distante el sudor escurriendo por nuestros rostros en la sofocante atmósfera de mayo en Hong Kong, con un ventilador que apenas funcionaba y un sol escabulléndose por las cortinas de nuestro pequeño cuarto de Wan Chain.
Miré por mi ventana y, en efecto, no estaban ahí tú ni tu sonrisa. Ni tu estampa, tu estampa palidecía. Nunca hubo flores para ti y aun así en invierno no podía dejar de pensar cuánto te gustaba la lavanda.
1 Danmei es una palabra en chino mandarín, que es posible traducir como “adicción a la belleza”. Se suele utilizar para describir piezas literarias donde se quiere retratar el amor idealizado entre dos personajes masculinos homosexuales. Estas sobras están escritas con frecuencia por mujeres jóvenes heterosexuales. (N. de la A.)
Eloisa Cornelio (Veracruz, México, 1995). She studied English Language and Literature at the National University of Mexico. She won an Honorific Mention at the National Short-story Contest ‘Juan Rulfo’, held by Universidad Iberoamericana. In 2017 she won a scholarship to study at Beijing Foreigner Studies University, and ever since she has been studying East-Asian cultures and literature. She writes both in English and Spanish. Currently, she reads and edits texts at the mexican literary magazine Página Salmón.
