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La verdad detrás del honor

A short story by Jorge Armando Ibarra Ricalde.

La verdad detrás del honor

Jorge Armando Ibarra Ricalde

“Lucharaaaaaaaán de dos a tres caídas, sin límite de tiempo”. El silencio impera solo por un momento antes de que el hombre al micrófono construya el ambiente con nada excepto palabras pulcras finamente articuladas. “En esta esquina, el servidor de la parca bien vestida, sepulturero de retadores, el orgullo de su natal Tangamandapio; el Achichincle de la Catrina”. El público explota. No hay manera de callarlos. Así que aprovecha el momento para crear la dicotomía del universo, instintivamente callarán porque necesitan escuchar lo que sigue; “En esta otra, el rudo, rudísimo, hijo del Diablo, Príncipe de los tramposos; la Alimaña Carrales”. Los abucheos se mezclan con los improperios. De momento el sonido impera en la arena. Los gritos estridentes son necesarios para que los luchadores sepan lo que están arriesgando. La gente vino por el máscara contra cabellera. Pero estos dos están aquí, jugándose la vida. No hay exageración. Cuando Don Justo “el Viejo” Justiniano se acerca con su playera rayada, rostro arrugado y mano firme para dar inicio a la contienda, mientras el mundo entero duda que el combate sea real; ellos saben la verdad.
La mano abierta de la Alimaña impacta en el rostro del Achichincle. Si bien el rudo lo empuja para darle un tiempo de recuperación antes del golpe que sigue, no es suficiente para que el enmascarado no sienta la piel ardiendo. El golpe que lo lleva a lona, duele más que la caída, gracias a que los del staff se aseguraron que el ring estuviera en condiciones de aguantar la reyerta. El pisotón no es hasta el fondo, pero igual alguno de los tres duele en la cicatriz chelera. Tras una breve celebración que es recibida con el mismo desprecio que admiración, la Alimaña levanta de la cabeza a un hombre de cientocuarenta kilos de músculo y grasa, que lo ayuda porque la opción es más dolorosa. Cinco segundos pasa el Achichincle de pie, “confundido” mientras la Alimaña rebota entre las cuerdas. No está seguro de donde viene el golpe, pero cuando siente el antebrazo en el cuello, regresa al suelo solo para otro ciclo de enjuague en la lavadora más violenta del mundo. La Alimaña corre de cuerda a cuerda y en el último momento el Achichincle lo recibe para girarlo y tronarlo en su rodilla. Para los comentaristas son dos atletas dando un espectáculo. Para los cínicos en la primera fila son dos actores realizando una coreografía, pero para el público que no juzga sino disfruta, son dos héroes trabados a muerte, y el conteo uno-dos-tres, declara a la Alimaña como el vencedor de la primera caída.
Revancha: El Achichincle rebota a su oponente y lo recibe con la voladora. La gente grita mientras los gladiadores trabados en el combate ignoran a los tres rudos que emergen de vestidores para sostener al técnico mientras la Alimaña lo acaba. Don Justiniano está siendo distraído, confundido entre los reclamos de los niños que denuncian la mano negra, así que los rufianes golpean al enmascarado, huyendo cuando el rudo lo pone espaldas planas. Don Justo cuenta hasta dos cuando el Achichincle se levanta nuevamente a la trampa, mas orgulloso se defiende de cuatro hasta que su compadre, el Dragón Macías aparece de la primera fila para revolcarse con los rufianes, y descubriendo el engaño, el viejo réferi con una llave expulsa a otro infractor de la sagrada arena.
El Achichincle no es de esos luchadores que hace acrobacias, pero todos claman cuando hace el sacaborrachos, una llave que termina con un placaje que a la cuenta de tres le entrega la victoria, pero todos recuerda que son dos de tres caídas.
El drama se siente. La esposa del Achichincle discretamente le envía ánimos desde las gradas, su compadre lo reconforta mientras la alimaña en su esquina recibe la visita de Mister Axkana, ese rubio, que todo paga, siempre sonríe y que todos tienen por el diablo. Tanto que pese los abucheos, aquel se pasea contento recordándole a la Alimaña Carrales su arreglo.
Los promocionales decían que la Alimaña daría su alma al chamuco por ganarle al Achichincle su máscara. La ironía es que aunque ya solo necesita ganar esta caída, tras unos intercambios de técnica, sudor y sangre, llega la inevitable hora de mostrar la valía. Tras ser frenado por el atronador pierrotazo que prende las alarmas de todos los autos aparcados afuera, el Achichincle con agilidad sube sobre la tercera cuerda, haciendo las paces con Dios el Destino o lo que aceche detrás de él, lanzándose en una maniobra espectacular. En el aire, los corazones del público se detienen mientras la fiesta nace y la tradición perdura, el Achichincle deja de ser un atleta o un coreógrafo y se convierte en la encarnación del heroísmo; locura y valentía. Los niños aprenden lo que es quedarse sin palabra, y los de la primera fila abren sus mandíbulas atónitos ante la proeza que no puede ser ensayada, ahí en el aire, Don Justiniano recuerda porque no puede retirarse pese las canas y los años. Solo el más infeliz desconocería la obvia hazaña; saber que la Alimaña ganaría, si no fuera por el honor de recibir a su compañero para compartir la dolorosa carga; ¡la arena estalla porque vive la lucha libre!

Jorge Armando Ibarra Ricalde

Jorge Armando Ibarra Ricalde (Mexico), a.k.a El Master, is a writer, chronicler, professional master and role-playing game researcher as well as a designer of the game processes, specialized in direct cultural transmission through orality.

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