La lógica de los sueños
María Fernanda Rodríguez
Caminaba rápido por una plaza amplia; me atrevo a decir que era Piazza di Spagna en Roma, pero me puedo equivocar. Lo que sí es cierto es que escuchaba el llanto del agua en la fuente, aunque no la veía. Lo que sí es cierto es que subía la escalinata española con la seguridad que da caminar por un lugar propio, un lugar que se conoce y que se quiere.
Me había puesto un vestido largo que acariciaba el piso. Hacia un día precioso: cielo despejado, ni frio ni calor. Tengo la impresión de que el sol estaba presente para iluminar el momento. Todo ahí funcionaba como funcionan las máquinas, de forma ordenada y previsible, dirigidas a que el Todo marche tal y como está programado.
Al fondo de la escalinata estaba alguien que si yo hubiera estado despierta no habría reconocido, pero en el mundo onírico se me hizo muy familiar. Saludé a la distancia primero con la mano y luego con el pensamiento. Todavía lejos le dije que todo estará bien, que pronto tendremos la fiesta. Sonreí y me recogí los largos de ese vestido que, en ese momento, sabía me encantaba. Seguí caminando y la plaza se hacía cada vez más amplia. Volteé y estaba sola. La escalinata no era más una escalinata. La plaza de repente tenía un piso plano perfecto y brilloso como cerámica blanca. Yo estaba en calma, aunque sin poder explicar la sensación de felicidad que sentía.
De pronto percibí una presencia muy cercana. De nuevo volteé y ahí estaba él; pude reconocerlo en el sueño y podría en otros mundos también. Lucía una jacket de smoking color blanco y pantalones negros. Corbatín negro y camisa blanca. Tenía la mano metida en uno de los bolsillos del pantalón. El cabello engominado. Yo digo que estaba listo para una fiesta, pero me puedo equivocar. Lo que sí es cierto es que me miraba, sonría y me miraba. Caminaba con la intención de acercarse, con el ímpetu de llegar a mí, como se llega a un lugar que se conoce bien y al que no se teme, pero no continuó por consideración a inquietar mi paz. Lo sé porque en los sueños todo se sabe, de alguna manera todo se sabe. Yo me sorprendí. Lo miré y me sorprendí de que estuviera ahí parado, bien, vivo, sobre todo vivo. No sé por qué él estaba allí, en esa plaza que era mía, en ese momento que sentía mío. Ahora dudo, acaso fue él quien pidió estar en mi sueño o fui yo, o mi inconsciente, quien pidió visitarlo. Yo creo que cuando soñamos estamos tan cerca de nosotros mismos que nos alejamos del mundo. Apreté las manos a la tela de mi vestido y seguí caminando. No sabía qué decir y él se dio cuenta y sonrió, con esa sonrisa de ojos y labios de aquel entonces cuando lo conocí en el mundo de los vivos, cuando un día, hace muchos años, me salvó de un corazón roto.
En el mundo de los sueños se aparece cada tanto, yo creo que para espantar al olvido.

An Ecuadorian writer living in Toronto, Canada. She has a Master’s degree in Creative Writing from the University of Salamanca. Her literary work has been published in various literary magazines and anthologies. She is a winner of several literary awards. She currently has a monthly publication in the Canadian Post newspaper.