Terapia para una boda
Arancha Naranjo
Hay tres cosas que no soy capaz de hacer:
Montar en avión. Por suerte no me gusta viajar y lo que más disfruto son las distancias cortas en bicicleta.
Orientarme. Siempre acabo llamando a un taxi para que me recoja.
Encontrar trabajo. A mis treinta y cinco años sigo viviendo con mis padres. No es una cuestión que me preocupe en exceso, porque mi abuela, Cayetana, me dejó su herencia, con la que calculo, pueda vivir tranquilamente hasta los ciento seis años. Sí, en mi familia somos muy longevos, gracias a que no trabajamos mucho.
El problema es que mis padres se han cansado de que deje a todas mis futuras esposas por mi negativa a viajar en avión durante la luna de miel. Vera, para ellos, no es una más, y el resultado han sido unas sesiones de terapia para superar mis fobias.
El primer día he salido de la consulta desconcertado. El tipo me ha hecho hablar durante cuarenta y cinco minutos sin darme ningún consejo y me ha despedido con tres encargos. En el transcurso de sus citas, debo escribir tres manuales de autoayuda, uno para los fóbicos de las alturas, otro para los perdidos del mundo y un tercero para los parados del país.
A mí escribir no se me da bien, tampoco he leído este tipo de literatura, por lo que le he pedido ayuda a Vera. Ella me lo ha explicado fácilmente:
–Tienes que escribir instrucciones sin que lo parezca; utilizar alguna frase lapidaria de algún filósofo o inventártela y se la atribuyes a cualquiera, nadie se ha leído las obras completas de la Humanidad; siempre usa consignas del estilo “tú puedes”, “lo vas a conseguir”, “tú conoces mejor que nadie tus límites”.
De paso me soltó un par de libros sobre inteligencia emocional para que llegara al trasfondo. Realmente mis padres tienen razón, no puedo dejar escapar a Vera.
Los días siguientes me dediqué a leer con fruición y tomando notas como un escritor profesional. Ahora llaman Inteligencia emocional a lo que Maquiavelo había definido como las cualidades del príncipe renacentista. No importa, no estaba en un seminario universitario, me centré en escribir mis manuales.
Para analizar mi aversión a volar me compré un billete de Barcelona a la Coruña. Más valía empezar por viajes cortos, antes de atreverme con los internacionales y ya no hablo de los intercontinentales. Lo mejor es proponerse metas pequeñas, siempre son más fáciles de cumplir. ¡Tú puedes, valiente!
Mientras despegábamos sentí una sensación de bienestar. Primer escollo salvado, coger altura no era mi problema, respiré aliviado. Al poco empezaron las turbulencias, ni las azafatas se atrevieron a salir con los carritos para vender perfumes o bebidas alcohólicas libres de impuestos. Todos bien atados en sus asientos y yo con la cabeza entre las piernas porque no soportaba el dolor de tímpano. Daba igual que mascara chicle, que cogiera aire y lo retuviera en la boca para llenar las trompas de Eustaquio, era un dolor insoportable. Seguro que se trataba de un piloto en prácticas, nunca pensé que se pudieran coger tantas turbulencias en un trayecto tan corto, no había dejado ninguna, menudo kamikaze. Mi compañero de asiento, me explicó que era algo normal en esta línea, debido por una parte a la orografía de la Península y al tipo de avión. Posiblemente, en mi caso, estaba más recomendado el Airbus para evitar la comprensión de la cabina. Yo pensé que lo mejor era pedir el historial de vuelo del piloto antes de embarcar. Y así escribí mi primer libro: ¿Cómo enfrentarse a los vuelos? Compruebe siempre la experiencia del piloto, usted no es el problema.
Para el segundo trauma intenté buscar la raíz en mi yo interno, pero mi hermana, tan aguda como siempre, me explicó que yo tenía tendencia a equivocar la derecha con la izquierda, y que solo conseguía coordinar la palabra con el gesto, cuando hablaba en ruso. Cuando se lo comenté a mi psicólogo, me insinuó la connotación política de derecha e izquierda. Aquella tarde me quedé muy pensativo con la sesión, pero de vuelta a casa descubrí que no todo estaba en mi interior. Nada más entrar, mi madre me dijo, “Julián, te he dejado por ahí, tus camisas recién planchadas”. Los ocho días siguientes los pasé analizando su forma de hablar, todo estaba por ahí, un poco más allá, y allí al fondo. Que yo supiera orientarme con un plano era poco más o menos milagroso con aquellas indicaciones.
En cuanto al tercer problema supongo que a estas alturas ya habrán adivinado que soy Julián M. y que me gano la vida escribiendo libros de autoayuda. ¡Tú también puedes!

Arancha Naranjo Lumbreras (Palencia, 1969) is trained as a historian and librarian, but has also ventured into the world of Law. She is currently dedicated to writing, having published stories in several collective anthologies.
2 replies on “TERAPIA PARA UNA BODA”
Makes fun of serious things, which I have been needing for a while. Thank you!
Thanks for reading me. I’m glad you’re having fun.