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Flashazo ilusorio, H2O, pasión adrenalínica y posterior… La muerte en todos los sentidos

A short story by Jorge Picazo Carrillo.

Flashazo ilusorio, H2O, pasión adrenalínica y posterior… La muerte en todos los sentidos

Jorge Picazo Carrillo

¡De súbito desperté desnudo tirado sobre el pavimento de una avenida! No tenía la menor noción sobre mi identidad, y mi existencia en la memoria solo eran cinco segundos hacía atrás al surgir el repentino despertar. Era solo un ensueño lo antes vivido, sin distinguir lo real de lo irreal. Lo cierto es que lo que vieron mis ojos a continuación, maravillaron a mis incrédulas pupilas:
Coloraciones destellantes y cegadoras, sombras y formas confusas en movimiento a contraluz, claroscuros que dificultaban visualmente los límites de sus contornos y siluetas; a continuación a la extraña danza visual se le unió un tenue sonido… Murmullo… Cadencia… ¡Después todo fue magia!: ¡Figuras pertenecientes al reino de lo fantástico aparecieron desfilando junto a mí! Un abanico de personajes espectaculares, asombrosos seres imposibles, ilógicos, superaban el efecto de cualquier sueño o droga alucinógena, se manifestaban envueltos en capas de fluorescencias translúcidas, mientras nos rodeaba una neblina de colores chillantes, casi empalagosos. Por el aire cruzaban lo que parecían rayones neones a alta velocidad que dejaban estelas distorsionadas. La escena en su magnitud era como un dulce visual.
Le continuaron más criaturas de locura; inimaginables para mentes sanas, inenarrables. Incluso algunas de esas rarezas eran asimétricas, sus estructuras físicas provocaban a las leyes de gravedad, la misma que al final terminaba por sucumbir ante dichos entes. Posterior vi a una entidad que lideraba la legión y que me impactó en demasía: «un ser sol», del cual me fue imposible observar detalles, atrás venía otro que su apariencia corpórea me recordaba al plasma. Uno más que por su piel descendía lluvia de secuencia binaria verdosa (lenguaje máquina), asimismo un cuarto ser en el que se apreciaba que su constitución exterior era laberíntica, por último, marchó a mi costado un enigmático, reptiliano y repulsivo ser rojizo, poseía una extensa cola terminada en aguijón como la de los escorpiones, esta era enarbolada en sincronía al compás de siniestros timbales.
Aun a través del inmenso paisaje abstracto, y a ritmo de algo parecido a la Samba, pude distinguir a ciertos personajes «reconocibles» de la imaginaria popular entremezclados con los del extraño universo circense: dragones chinos, bufones arlequines, demonios, alebrijes, duendes, garotas, malabaristas, nahuales en plena transformación, humanoides de majestuosas cornamentas, payasos macabros, huehues y un sinfín de máscaras carnavalescas multicolores con atavíos rimbombantes; tupidos penachos, elevados y coloridos plumajes, rostros de porcelana con rasgos finos y expresiones burlonas. Los acompañaban carros alegóricos decorados con infernales parafernalias ¡tal vez inspirados en el mismísimo averno! Todo aquel surrealismo transitaba a mi lado al parecer sin percibirme, danzando algunos, vomitando fuego otros, ¡excitados, extasiados! ¡Semejante escena no podía ser real!
En cierto momento de lucidez y pausada emoción −a lo que tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano− pretendí indagar mi ubicación, averiguar en donde me encontraba, temí estar en las calles del inframundo o en una parálisis del sueño, pero no, lo que esperé que fuera sorpresa no lo fue, tan solo encontré una simple callejuela común, oscura, digna de cualquier barrio popular nocturno, sin señalizaciones ni referencias. Podía ser una calle cualquiera del planeta.
Al regresar mi atención al «mundo quimérico», el ritmo de tambores y la algarabía de la fascinante aglomeración hicieron mella en mí, me contagié, sentí vibrar mi cuerpo y ya no me fue indiferente la escena. Un instante después, dos seres indefinibles −ante los cuales ni los más audaces e imaginativos escritores de fantasía podrían describir− me tendieron sus manos en una plena invitación al jolgorio; estiré mis brazos y me aferré a sus extremidades, ellos hicieron el resto levantándome, entonces sentí su irrechazable y casi adictivo compás. No pude menos que danzar con ellos.
Transcurridos varios días ininterrumpidos de exótico baile y vivencias inolvidables, en los que aparecían la luna y el sol de forma alterna, me detuve a cuestionarme y analizar en qué carnaval me podía encontrar, aunque para ser franco ya había concluido que experimentaba un estado onírico (ya que nadie puede pasar días enteros en fiesta sin sentir cansancio, hambre, sed, frío, calor o sueño), pero no, ¡esto era tan real! ¡Más real que la vida misma!
Me preguntaba si estaría en Brasil (por lo gigantesco, espectacular e inigualable de su carnaval), ¡mas esto lo superaba! Me cuestioné si sería el de Venecia, no obstante, ¿y las góndolas? ¿Su gran canal? ¿Y los restantes personajes de la comedia del arte? ¿Tal vez el carnaval de Veracruz? Sin embargo, pese a que tenía algunas semejanzas, este era distinto, ¡más colorido y prodigioso! ¿Tlaxcala? ¿Puebla? Esto por los huehues, con todo seguía el descuadre, ¿y la presencia de aquellos personajes no característicos de esa zona?
Así de inexplicable, veraz y singular es el concepto que me devolvió el cristal de la vida; entonces comprendí que el reflejo de esos seres, no son otra cosa que la ilusión óptica de los espejos planos, cóncavos y convexos de nosotros mismos.

Jorge Picazo Carrillo

Jorge Picazo Carrillo-(Mexico) he is a lover of literature. Has published his texts in various online literary spaces.

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