Canción para el olvido
Javier Fuentes Vargas
“Mientras viva podrán negarme esta tierra,
pero no evitarán que me funda en ella cuando muera.”
-Rafael Lechowsky
Mis manos fueron poblados fantasmas:
frenéticas estrellas
que arrancan la oscuridad del cielo,
el duelo de formas
que se disputa
entre sombras y luces.
Mis manos buscan la geografía del hogar.
La puerta de entrada
es una áspera bienvenida,
un dulce aroma lejano
para todo el que parte,
un ritual necesario
para quien pretende
pertenecer a algún lugar.
Detenerse ante el verde que entra por las ventanas
es añorar todo lo que desde afuera
nos sigue golpeando la memoria.
Extraña labor la de recordar:
resucitar fantasmas,
negarse al olvido
huyendo de todos los espacios blancos
que nublan el pasado
cada vez más difícil de evocar.
Esperar a que vengan de las habitaciones
todos los ruidos de las épocas añoradas,
engañarnos con la vana promesa
de que las manos volverán a sentir
el roce de la infancia.
Agradecer al olvido la razón misma de este
es una caída a las losas de un templo en ruinas.
Es no construir sobre nuestros nombres
todo el andamiaje necesario para soportar la existencia.
El olvido se nos muestra como agua bendita,
unge nuestra frente, casi besándola
arrodillado a las orillas del llanto.
El olvido no es lo mismo que el abandono:
el primero llega, se instala de forma silenciosa
y empieza a meter sus manos
en todos los rincones de la casa.
El segundo se elige,
ignora lo que es arrepentirse
y pone nombre a todas las tumbas que ha cavado.
***
Mi ternura sólo conoce un idioma:
la infancia
ahí mi voz anhelaba
gritar todos los pájaros
que mi inocencia
arrancó del cielo.
5 epigramas para conocer la lluvia
I
Donde todo se moja
nace el deseo de tener sed.
II
Que no sea sorpresiva la tempestad.
Sólo bastan
las dos manos de un niño
para acunar una tormenta.
III
La lluvia me deja un millar de espejos.
Sobre todos ellos
se ve lo importante:
la transición de nuestras vidas.
Todo eso que ocurre
mientras vamos de un lugar a otro.
IV
El tendido eléctrico se llenó de pájaros.
V
No siempre al final hay un arcoíris.
A veces, queda el recoger escombros.
Otras, buscar a quien nos hace falta.
Pero hay algo que nunca se omite:
el olor que la tierra desprende agradecida.

He is a poet, narrator and cultural manager. He is a Student of Sociocultural Anthropology at the University of El Salvador. He published many poetry books, like La muerte llegará (Artesanos & Editores, El Salvador); Un lugar donde espero no morir sin conocer el odio (Incendio Plaquettes, Guatemala); Vaho (FlowerSong Press, Estados Unidos), and a narrative book. He also participated in anthologies and literary events.